INVENTARIO

martes, diciembre 8

UNA COMETA, UNA PRESENTACIÓN


Eran casi las 7pm del 5 de diciembre. Estaba por subir a un estrado frente a mucha gente desconocida y unas pocas caras familiares que estaban más felices que yo. Me sentía flotando y ajena al barullo que hacían los demás por dejar todo listo para iniciar la presentación de mi primer libro. Tenía el malestar del nerviosismo y algo más que me punzaba el estómago. Había olvidado las palabras que ensayé unas pocas veces para abrir el “espectáculo”. Finalmente subí flotando y la punzada se agudizó. Mi voz no era mi voz. Estaba allí hablando, pero como no era yo no podía obligarme a sonreír. Parecía conductora de noticiero o una maestra de ciencias (eso me dijeron luego) No reconocía mi voz amplificada y la punzada se volvió un dolor constante. Acabé la primera parte, sin saber que era la primera parte, y me bajé luego de presentar al narrador que iba a contar la historia que escribí. Quería dejar de flotar y volver a mi cuerpo. Quería que el dolor se marchara y me dejara tomar aire. Lo conseguí bebiendo un vaso enorme de agua. Cuando acabó la narración floté otra vez, por indicación de mi editor, al estrado. Volví a mi cuerpo en el momento en que los niños del público comenzaron a hacerme preguntas. Reconocí mi voz en cada respuesta. Me reflejé en sus ojitos. Era yo. Había vuelto. Lamentablemente era casi el final. Luego llegaron algunos niños con mi libro para que les pusiera mi firma, para que les diera un abrazo, para tomarse una foto. Ya eran mis manos, mi letra, mi sonrisa y mis pasos firmes. Tomé aire sin punzada. Quiero recordar solo el momento en el que yo estuve, en el que llegué para sonreír aunque, de ese día, todavía me quede algo muy parecido a la nostalgia…

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